Ya sabéis que cuando viajo, que es menos de lo que mi mujer y yo quisiéramos, gran parte de la organización del mismo gira en torno a la gastronomía del lugar. En este caso, y durante nuestra escapada de Semana Santa a Barcelona, uno de los lugares que queríamos visitar era el Mercado de Sant Josep, más conocido como La Boquería.

Antes del mercado, estuvo en el mismo lugar el Convento de San José. En 1586 los carmelitas descalzos (denominados els josepets por ser los difusores, con Teresa de Jesús a la cabeza, del culto popular a la figura de San José) fundaron el convento en el lugar donde hoy está el mercado. A medida que la Rambla fue tomando importancia como paseo urbano en el siglo XVIII, se consideró necesario sacar las carnicerías de su recorrido y fueron desplazadas, todavía muy cerca, hacia el interior, junto al huerto del convento de San José, que junto con otros conventos de la zona, fue asaltado e incendiado durante el motín anticlerical instigado y dirigido por algunos políticos liberales en Barcelona el día de San Jaime (25 de julio) de 1835.


Tras el incendio del convento, este se suprimió, se expropió a los carmelitas el edificio, se demolió y fue construida en su lugar una plaza con grandes columnas rodeada de porches, que sería la más grande de Barcelona. Se decidió trasladar el mercado de manera temporal en su interior, pero finalmente sería su emplazamiento definitivo. Las obras de techado se iniciaron el día de San José de 1840.
A principios del siglo XX, la Rambla tenía desde la calle del Carme hasta la de la Petxina toda la anchura que hoy en día tiene frente al Palacio de la Virreina. El mercado se situaba en el espacio entre las casas y los árboles, dividido en sectores bien diferenciados según el producto que se vendía. Muchos vendedores obsequiaban una flor por la compra de algún producto de alimentación, y aquí encontramos el origen de un colectivo popular e inseparable del conjunto de este paseo: los actuales floristas de la Rambla. Más tarde también se añadió la venta de animales, sobre todo pájaros.

Me llamó mucho la atención la preparación de los puestos para atraer a los turistas. ¿Cómo? Pues de una manera muy sencilla: ofreciendo productos listos para consumir y a precios bastante económicos. Los puestos de verduras y frutas tenían ensaladas, zumos y macedonias listas para tomar a 1 o 2 euros. Los puestos de pescado ofrecían cartuchos de pescados fritos variados. Los de embutidos, cartuchos de queso, jamón, butifarra… No me estoy refiriendo a la zona de comida para llevar, sino a los de mercado, propiamente dicho.